Torre Eiffel, París
La
dama de hierro
Por Ángeles Heim
Todos hemos sido encantados alguna vez con las películas rodadas a sus
pies mientras el sonido nostálgico de los bandoneones la envuelve… O hemos
suspirado profundamente viendo postales que la retratan. Que tire la primera
piedra quien no haya sucumbido ante la fascinación oyendo las historias que
ponderan a esta dama de hierro o quien no haya soñado con conocerla…
Se
eleva imponente en medio de París. No sabe lo que es el ego, no lo necesita.
Permanece indiferente y los que la rodean alucinan con ella. Es
irreverentemente hermosa y los adjetivos
quedan escasos si se trata de describirla. Desde 1889, año del
centenario de la Revolución Francesa, perdura sosegadamente erguida, atrayendo
a miles de turistas todos los días que confiesan su magnetismo al estar a su
lado. Cómo no celebrar su presencia!...
Esta
dama de hierro es obra del ingeniero francés Gustave Eiffel y hasta 1930 fue la
estructura más alta del mundo, en la que sólo trabajaron 250 obreros. Mide 325
metros, extensión que varía hasta 15 centímetros, ya que sus 7000 toneladas de
acero (unidas por 2,5 millones de remaches) se expanden con el calor y se contraen
con el frío.
En
la época de su construcción, los artistas y figuras relevantes de la cultura de
finales del s. XIX recibían con asedio y cierta reticencia su emplazamiento,
incluso hasta considerarla un verdadero monstruo de acero. Sin embargo, desde
su inauguración hasta nuestros días su inconfundible figura conquistó al
público y hasta hoy es reconocida en todo el mundo como insignia de la capital
francesa.
Luego,
a lo largo de la historia ha ganado protagonismo más allá de su estética, en
hitos como la Primera Guerra Mundial, puesto que esta inmensa mole metálica
servía estratégicamente de antena para la transmisión de mensajes por
radio. Más tarde, resistía a los embates
de la Segunda Guerra Mundial durante la ocupación alemana del territorio
francés.
Así,
los acontecimientos han ido dejando su huella inevitable en este monumento, que
no por ser de hierro es inquebrantable.
Y como cualquier figura emblemática, esta dama robusta y acerada también
ha recibido la benevolencia de los retoques.
Unos años antes a su centenario se alivianó su estructura y aligeraron
su peso quitándole aproximadamente 1300 toneladas de hierro, se repararon las
escaleras, los ascensores y se trató toda la estructura con materiales
anticorrosivos con el fin de favorecer su larga permanencia.
Con
todo ello, tan rotunda es su presencia que resulta imposible imaginar París sin
La Torre Eiffel, o a ella sin París, su morada. Y por muchas décadas que
transcurran, erosiones propias del tiempo que la desgasten o millones de ávidos
visitantes más que asciendan por sus 1.665 escalones para llegar hasta la cima…
Ella, bellísima, esbelta, tan elegante como majestuosa, perdurará conquistando
corazones diurnos y resplandeciendo egocéntrica por las noches, a orillas del
Sena, en medio de París.