El jorobado de Nôtre Dame
Por Ángeles Heim
Todos hemos oído alguna vez de él, a través de relatos contados en la escuela, por las películas o desde las mismísimas páginas escritas por Víctor Hugo, autor que le dio vida a este personaje dramático y mítico en su Opus “Nuestra Señora de París” de 1831.
Quasimodo, es el nombre del joven que Víctor Hugo nos mostró en su novela y que describió como el hombre de gran habilidad, valentía y fuerza, víctima de la sordera y con un defecto en su cara que le impedía ver por uno de sus ojos, un ser de noble corazón e inmensa bondad, retraído y tímido –consecuencia del repudio que el pueblo le expresaba por sus deformidades-, que vivía en la Catedral parisina cuidando del antiquísimo campanario, su refugio en el mundo.
Sin embargo, aunque existen indicios -recientemente descubiertos en una investigación avalada por el Tate Modern Museum (Londres)- en relación a que este personaje ficticio podría basarse en la historia real de un tallador que trabajó como restaurador en la Catedral, todavía no está fehacientemente comprobada su veracidad. Entonces, la esencia de lo mítico continúa envolviendo al relato.
Y si bien Quasimodo sigue siendo un personaje de novela romántica, es posible transportarse hacia la atmósfera de aquellos años medievales anteriores a la Revolución Francesa (1789) al recorrer el interior de la bellísima Catedral de Nôtre Dame, en París.
Este monumento convertido en ícono de la capital francesa es una reliquia de la arquitectura que data del siglo XII. En su entrada, dan la bienvenida tres grandes arcos góticos con detalles de figuras humanas en relieve que decoran la fachada frontal.
En el interior, los muros de mármol, las columnas corintias, la cúpula y las nervaduras del techo, transmiten la impresión de haber cobijado muchas almas a través de los siglos. La sensación que se nos escapa de la piel mientras transitamos dentro del antiguo recinto es de privilegio, por pisar esas mismas baldosas y poder perderse entre los cimientos medievales que tantos parisinos y ciudadanos del mundo han visitado también durante más de quinientos años. Otro de los encantos en el interior de Nôtre Dame es el Rosetón (de 12,9 metros de diámetro) construido en el año 1260, uno de los vitrales más impresionantes y representativos del Cristianismo que existen en el mundo moderno.
Y por último, la gran campana llamada Emmanuel -la única de las ocho iniciales que sobrevivió a los embates de la revolución y las guerras-, posee uno de los más exquisitos sonidos que existen en su tipo y aún yace incólume colgada en medio de la quejosa estructura de maciza madera antigua. Aunque hoy resulte una reliquia de aquel pretérito Romanticismo francés, en la Edad Media fue símbolo de la fe, del llamado que hacía la iglesia a sus feligreses y del fin de las persecuciones a los cristianos. Cargada de connotaciones y vasta historia, al verla comprendes que si existió Quasimodo, no queda ninguna duda de porqué el encanto único del tañer de este instrumento añejo lo cautivó.